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Autor: Natalie Angier.
Deseo sexual. Esa sola frase alberga un poder tan sólido y voluptuoso que su mera expresión parece una insinuación: un poco mordaz, un poco obscena, un poco cómica y posiblemente tipificada como delito. Quienes posean o hayan poseído un par de gónadas en activo conocen el deseo sexual. Es una experiencia prácticamente universal, la cláusula invisible de nuestra partida de nacimiento, que estipula que, al llegar a la madurez, sentiremos el impulso de participar en actividades a menudo asociadas con la emisión de más partidas de nacimiento. No obstante, universal no significa uniforme, y las definiciones de deseo sexual pueden ser tan extravagantes y personalizadas como las propias combinaciones cromosómicas que generará la reproducción sexual.
Pregunten a una variedad de hombres y mujeres "¿Qué es el deseo sexual, y cómo sabe que lo está sintiendo? ", y tras unos balbuceos nerviosos y peticiones de anonimato, responderán lo siguiente: "Hay un poco de adrenalina, el pecho se te hincha, hay movimientos de lengua anticipatorios", contesta un abogado divorciado que ronda los 50 años. "Yo me siento relajada, cariñosa y cómoda", dice una diseñadora de treinta y tantos. "Un anhelo de besar o agarrar a alguien que igual te responde", comenta un director de cine de 50 años. "O, si estoy solo, llamar a ex parejas". "Escuchar a Noam Chomsky", contesta una psicóloga de unos 50 años, "siempre me excita".
Para los investigadores de la sexualidad humana, la amplia discrepancia en el modo en que la gente califica el deseo sexual y describe sus características más destacadas es una fuente de desafío, - oportunidad, placer y dolor. "Soltamos por ahí el término 'deseo sexual' como si estuviésemos seguros de que hablamos de lo mismo", señala Lisa M. Diamond, catedrática adjunta de psicología de la Universidad de Utah. "Pero las investigaciones dejan claro que la gente tiene definiciones operativas muy distintas sobre el deseo". Al mismo tiempo, dicen los investigadores, es precisamente la complejidad del deseo sexual, su profundidad y riqueza, lo que clama ser comprendido. "El deseo sexual quizá sea complicado, pero eso no significa que sea caótico", comenta Julia R. Heiman, "Realmente podemos intentar entender qué es y qué no es el deseo sexual, y es importante hacerlo".
Meredith L.
Chivers, una investigadora del Center for Addiction and Mental Health
deToronto, coincide. "La sexualidad es un elemento muy importante
de quiénes somos. ¿Cómo no íbamos a querer comprenderla?".
"Creemos que el deseo sexual surge de una estimulación,
de la activación de nuestrosistema sexual", comenta en una entrevista
telefónica. Además, añade, la excitación no esnecesariamente un proceso
consciente.Al reordenar la cronología sexual y situar el deseo después de la excitación,
y no al revés, lanueva investigación encaja en el patrón que los neurobiólogos
han observado últimamenteen otras áreas de la vida. Antes de ser conscientes de
que queremos hacer algo — saludara un amigo, abrir un libro —, las regiones
cerebrales necesarias para realizar la actividad yaestán que arden. La idea de
qué cualquiera de nosotros es el conspirador proactivo denuestros deseos más
lascivos, señalan los científicos, tal vez sea simplemente una ilusiónfeliz y
quizá necesaria.
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